Galo Díez
Nunca ha sido de mi devoción el papel de censor, y mucho menos cuando se trata de enjuiciar, no ya los actos, sino las “obras” que son resultado de la meditación y del estudio. Considerando yo la propia insignificancia, el minúsculo valer de mi labor intelectual, soy dado a la benevolencia al juzgar las producciones ajenas, y esta propensión de mi temperamento no me acredita, ciertamente, para la tarea que me recomiendas. Otro revisor cualquiera estaría mejor indicado, porque cumpliría más a conciencia la misión de presentar al lector el producto de tu ingenio. Pero los requerimientos del compañerismo pueden mucho: ellos, solamente ellos me obligaron a poner mis ojos en tus cuartillas. ¡Y sólo yo sé de sus parpadeos de vacilación, primero; de escrúpulo, después!
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