Antonio Loredo: Mis palabras son mi vida


La vitalidad del autor es excepcional (si bien murió joven 1879-1916) y sus análisis críticos son en gran parte pertinentes porque está atento a los argumentos ajenos. El trabajo del compilador Francisco Madrid es excelente y es deseable que aparezcan otros escritos de Antonio Loredo en la prensa argentina y uruguaya.

Hay, por cierto, partes de los escritos que no responden a nuestra actualidad como la exaltación constante de la revolución social vista como inminente, dado que la época de las revoluciones políticas pasó a la historia (p. 36, ver p. 39, pocos días antes de su defunción, en marzo de 1916). De hecho, sucedieron no pocos episodios revolucionarios libertarios a los pocos años en Alemania, Italia y Rusia.

Desde Argentina, su país de formación militante, Loredo comunica experiencias en la prensa peninsular. Y sí que suena a verdad de 2013, su afirmación de 1910: En el concierto de la civilización la República Argentina es un sarcasmo; En el concierto de la civilización la República Argentina es una infamia; En el concierto de la civilización la República Argentina es un baldón (p. 42). Para Uruguay, Loredo tiene una formula tajante un país democrático, regido por un gran hombre a quien los mediocres llaman socialista, anarquista […hasta] embotar en estúpida confianza las energías propagandísticas y revolucionarias de los anarquistas uruguayos (p. 45).

El mismo delirio surgió en la URSS en compañeros anarquistas para con los bolcheviques. Y, más grave todavía, durante la guerra civil, la demencia brotó de nuevo en integrantes de la cúpula de la CNT-FAI que trataron a Largo Caballero, Companys, incluso a representantes de la URSS y sus servidores del PC, como si fueran honrados y no traidores profesionales de lxs trabajadorxs.

De pasada, desgraciadamente, sin profundizar, Loredo da esta cita de Fourier: En tesis general, los problemas sociales, las transformaciones y los cambios de los periodos históricos se operan en razón del progreso que alcanza la mujer hacia la libertad, y la decadencia del orden social se efectúa debido a las restricciones de la libertad de la mujer (1) (p. 54). Por su propio razonamiento, observa Loredo cómo las doctrinas de la Ilustración del siglo XVIII no llegaron a los humildes sino hasta que el pueblo en los campos y las villas se levantara impulsado más que por la obra de los pensadores por la miseria y la esclavitud que padecían (p. 55). Y luego vamos a ver que no lo tiene en cuenta.

Loredo ve también que los indios de Sudamérica son proclives a las ideas anarquistas, pero no va más lejos (p. 63). No obstante, el autor es muy consciente de la importancia del Partido Liberal Mexicano ya a mediados de 1911. Un enfoque muy poco corriente en la época.

La crítica de la democracia en España en 1914 recuerda la de hoy por hoy (pp. 113-114).

Un error de bulto, aún actual, es asimilar el sindicalismo revolucionario –francés- a una tendencia libertaria (pp. 96-97, 100, etc.). En sí, tanto las palabras como las tácticas fueron compartidas por muchos anarquistas insertados en los medios operarios hasta que a mediados del decenio de 1920-1930 se usaron las palabras anarcosindicalista/anarcosindicalismo. En cambio, en la CGT francesa, fue del todo distinto
por tres factores. El primero es que los sindicalistas revolucionarios eran anarquistas que rechazaban el anti obrerismo de sus correligionarios y marxistas que se oponían a la tutela de su partido político. El segundo es que aconsejaban la acción directa, pero alentaban una dirección de arriba abajo(2). Y el último era que los sindicalistas revolucionarios apuntaban a copar la cúpula de la CGT, sin tener en cuenta a los sindicatos que les apoyaban. Entre 1906 y 1908, las tendencias reformistas y socialistas apartaron definitivamente de la dirección de CGT a los sindicalistas revolucionarios.

Dejando de lado esa desinformación, Antonio Loredo es partidario de la intervención en los sindicatos. Por eso, es característica su opinión negativa sobre el congreso de Solidaridad en 1909 en Barcelona y luego sobre la creación de CNT en 1910, aduciendo en ambos casos la superioridad del sindicalismo revolucionario. 

Y Loredo expone con franqueza su crítica a Anselmo Lorenzo sobre los oprimidos que ansían la libertad y a la visión de Kropotkin en La conquista del Pan de que el pueblo sabrá organizar la sociedad (p. 161). Pues no podemos contar demasiado con los llamados voluntarios y los ciudadanos y ciudadanas de buena voluntad (p. 162). De pasada, recuerdo que Pouget en 1904 confiaba en la tutela moral de los “conscientes”. Un concepto “bestial” puesto que Bakunin expresó no pocas veces el horror profundo contra todo lo que se llama dominación y dominadores, tutela y tutores (3). Malatesta siempre vaciló entre la espontaneísmo popular y la insurrección. Incluso algunos plataformistas sudamericanos están en la misma dirección.

Sin embargo, tanto en el pasado como hace pocos años, los oprimidos de Túnez y Egipto, la gente del 15M y antes en la Comuna de París, en Rusia en 1905-1906 y en 1917, no fueron a buscar tutores en la AIT de Marx, los grupos anarquistas rusos o la CNT-AIT.

La confianza en las capacidades solidarias y constructivas de los ciudadanos es una clave histórica del anarquismo. Sin ella, no existe emancipación. Bakunin (4) y Kropotkin recalcaron cómo en periodo de crisis Es entonces cuando los indiferentes de hoy se convertirán en convencidos seguidores de la idea nueva (5).
Rosa Luxemburgo, marxista y anti-anarquista hasta la médula, reconoció también la capacidad creadora de los soviets: La concepción rígida, mecánico-burocrática, sólo puede concebir la lucha como producto de una organización que cuenta con cierto nivel de fuerza. Por el contrario, para la explicación viva, dialéctica, la organización surge como resultado de la lucha. […] En el caso del obrero alemán esclarecido la conciencia de clase creada por la socialdemocracia es teórica y latente: en la etapa dominada por el parlamentarismo burgués no puede, en general, participar activamente en una movilización de masas; es la suma ideal de las cuatrocientas acciones paralelas de las circunscripciones durante la lucha electoral, de muchas huelgas económicas parciales, etcétera. En la revolución, cuando las masas irrumpen en el campo de batalla político, esta conciencia de clase se vuelve práctica y activa. Por ello, un año de revolución le ha dado al proletariado ruso el “entrenamiento” que treinta años de lucha parlamentaria y sindical no le pudieron dar al proletariado alemán (6).

Antonio Loredo fue un espíritu caustico, apasionado, desbordante de cultura. “El culto a los muertos”, a propósito del fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia, fue criticado acertadamente por un lector de Loredo. Y su silencio enseña que aprobó la respuesta. Su evocación de la muerte de Pietro Gori y la del propio Loredo por Rodolfo González Pacheco muestran dos figuras enteramente diferentes pero unidas por el don de la palabra libertaria persuasiva.

Frank Mintz,  26.04.2013.


Mis palabras son mi vida.
Antonio Loredo
LaMalatesta Editorial. Madrid 2013
190 págs. Rústica il. 20x13 cm
ISBN 9788494039416
http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/4909

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(1). Fourier Charles Théorie des quatre mouvements, 1808, p. 244 (http://inventin.lautre.net/livres/Fourier-Theorie-des-4-mouvements.pdf).

(2). Por consiguiente, cada vez que se constituye una agrupación en la que se encuentran en contacto
hombres conscientes, no deben tener en cuenta la apatía de la masa. Ya es muy lamentable que los
inconscientes se nieguen a usar sus derechos, para además reconocerles el extraño privilegio de
frenar la proclamación y la realización del Derecho de los conscientes.[…] Los no-sindicados, los
inconscientes, no tienen por lo tanto que ofuscarse de esta suerte de tutela moral que los
“conscientes” se arrogan. Los militantes no eliminan ninguna buena voluntad y, quienes pudiesen
sufrir por ser vistos como parte deleznable sólo deben escapar a esta inferioridad saliendo del
aislamiento, sacudiendo la inercia, yendo al Sindicato. Émile Pouget Les bases du syndicalisme, 1904.
(3). Carta de Bakunin a Anselmo Lorenzo, 10 de mayo de 1872 (http://www.fondationbesnard.org/article.php3?id_article=794).
(4). […] la mayoría de los miembros de la Comuna [de París] no eran socialistas propiamente, y si se mostraron tales, es que fueron irresistiblemente arrastrados por la fuerza irresistible de las cosas, La Comuna de París y la noción del Estado (traducción retocada de Abad de Santillán, Bakunin Obras
Completas, tomo 2, Madrid, p. 168.
(5). Kropotkine, Pierre. Paroles d’un révolté, París, 1978, p. 83.
(6). Luxemburgo, Rosa. Huelga de masas, partido y sindicatos, 1905, PDF, pp. 45, 48.